¿A #quécasa van a ir las personas sin hogar en la nueva normalidad?

¿A #quécasa van a ir las personas sin hogar en la nueva normalidad?
¿A #quécasa van a ir las personas sin hogar en la nueva normalidad? Han pasado casi tres meses desde la aprobación del Estado de Alarma. Un tiempo que, con cierta angustia, la mayoría hemos pasado confinados en nuestros hogares. También se cumplen tres meses desde que las más de 33. 000 personas sin hogar que viven en España se encontraron, una vez más, sin una casa en la que protegerse. La respuesta al fenómeno del sinhogarismo en la crisis actual ha estado gravemente condicionada por la estructura existente de servicios dirigidos a las personas sin hogar. Una red de recursos fundamentalmente de titularidad privada, organizada en su mayoría en alojamientos colectivos temporales, atendidos por personas voluntarias e incapaz de dar respuesta a, al menos, un tercio de la población afectada, que vive de forma estable en la calle, sin acceder a ningún alojamiento. Este punto de partida tan deficitario ha llevado a que las medidas tomadas por las administraciones para dar respuesta a esta crisis hayan consistido en alargar los tiempos de estancia en los recursos de alojamiento, eliminando la temporalidad característica de la mayoría de estos, aumentar los aforos, reordenar los dispositivos para tratar de generar medidas de distanciamiento social y generar nuevas plazas en grandes espacios colectivos. A falta de datos estadísticos oficiales, estimamos que durante esta crisis se han habilitado más de 7. 000 nuevas plazas de alojamiento de emergencia, buena parte en pabellones y polideportivos. A pesar de este enorme despliegue, muchas personas se han quedado en las calles, a veces por falta de plazas, en otras ocasiones por miedo al contagio en los centros y en otras porque estos recursos no se adaptaban a sus necesidades. La crisis del coronavirus ha visibilizado de un plumazo el gran elefante en la habitación que supone el ineficiente sistema de atención tradicional al sinhogarismo. Se han tenido que vaciar las calles, para que viéramos a las miles de personas que viven en ellas. Tras estos meses de lucha contra la pandemia y con el pase hacia las distintas fases del desconfinamiento, el sistema de atención al sinhogarismo se encuentra con un nuevo reto: ¿Y ahora qué? La nueva normalidad para las personas en situación de sinhogarismo tiene que ser distinta a la anterior. Necesitamos promover una transición a un sistema basado en el acceso a la vivienda, con un fuerte enfoque de derechos y el respeto a la dignidad de las personas, la garantía de ingresos -ya sea vía empleo o vía prestaciones-, y con un fuerte liderazgo por parte de los poderes públicos, pero basada en la colaboración con organizaciones especializadas. Somos conscientes que este cambio de modelo no será rápido. Sin embargo, tenemos la oportunidad y la obligación de dar una respuesta adecuada a las miles de personas que se han alojado en las plazas de emergencia. No puede ser que, una vez se cierren los polideportivos, albergues y otros recursos, la única opción sea volver a vivir en las calles o dormir en alojamientos temporales y tener que pasar el resto del día deambulando por la ciudad. Sería incomprensible haber desplegado esta enorme cantidad de medios para después, una vez pasado lo peor de la crisis sanitaria, expulsarlas de nuevo a las calles. En este sentido, uno de los retos de las próximas semanas consiste en que las administraciones sean capaces de planificar un proceso adecuado de desescalada de los recursos de emergencia habilitados durante la crisis: buscar otras alternativas de alojamiento, poner en marcha programas basados en enfoques Housing Led y Housing First, explorar las oportunidades que abre la modificación del Plan Estatal de Vivienda, revisar y derribar las barreras de acceso a las rentas autonómicas y al futuro Ingreso Mínimo Vital, son algunas de las opciones que tienen las comunidades autónomas y los ayuntamientos para dar respuesta a estos vecinos y vecinas. Y mientras tanto, deberán alargar el funcionamiento de los recursos de emergencia que se han llenado en estos dos meses de personas que, hasta ahora, vivían en la calle. Sin embargo, este tipo de recursos no se pueden convertir en permanentes. Un albergue, un pabellón o un polideportivo no han sido nunca ni serán un hogar, ni sustituirán la seguridad que nos ofrece una vivienda. Las posibilidades de distanciamiento social y mantenimiento de medidas de higiene o la posibilidad de aislarnos en caso de contagio que hemos tenido quienes sí disponemos de un hogar, debería hacernos reflexionar sobre la importancia que tiene en un día a día "normal", sea lo que sea que vaya a significar esa palabra a partir de ahora, tener un hogar. La emergencia de la COVID-19 y el famoso #QuédateEnCasa llevaron a muchas personas, a preguntarse: ¿En #quécasa? Esta pregunta seguirá estando vigente mientras, poco a poco, regresemos a las calles y debería empujarnos a exigir a los poderes públicos que movilicen los recursos necesarios para poner en marcha un plan de transición que acabe de una vez por todas con el sinhogarismo.  HOGAR SÍ existe para conseguir que ninguna persona viva en la calle

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