Lejos del romanticismo, fugitivas ya las pasiones que pensamos eternas, queda el corazón expuesto a sus heridas, las que dejan este mapa de cicatrices que llamamos vivir. Un dolor que no coincide siempre con la belleza, que puede ser violento, vulgar, irrisorio. Que toma la apariencia de dioses caprichosos que disparan erráticas flechas que nos alcanzan cuando estamos desprevenidos, como la muerte.

El amor y su reverso, la ruptura, el desgarro entre el deseo y la realidad, eso que pudo haber sido y no fue, los trenes perdidos, el naufragio en nuestra soledad, los refugios en el alcohol, la depresión, los ansiolíticos… finalmente, la nostalgia, la que nos conduce lo más cerca posible a la verdad, allí donde no escribimos por oficio sino donde el dolor se hace tinta y sale a la carne del actor.

Una obra que atisba con humor y melancolía en las tinieblas del corazón, entre las que todos alguna vez estuvimos perdidos, buscando algo que haga de tanto dolor belleza. Único cauterizante, el arte. El que buscamos en esta alianza de Kabia y l’Enjolit con Eusebio Calonge, tres puntos cardinales reunidos en torno a un teatro esencial y poético, como ya hicieron patente en su primer trabajo El Alimento de las Moscas.

Texto: Eusebio Calonge.
Dirección y espacio escénico: Borja Ruiz.
Interpretación: Arnau Marín.
Espacio Sonoro: Roger Marín.
Canto (voz en off): Yolanda Bustillo.
Ayudantía de dirección: Núria Serra Pareras.
Diseño iluminación: David Alcorta (AAI).
Diseño vestuario: Azegiñe Urigoitia.
Producción: Kabia Teatro, Teatre de l’Enjólit.
Colaboran: Teatro Arriaga, Trànsit Projectes.