Josephine Foster es cantautora, multiinstrumentista y compositora, y "juega con nuestras ideas sobre el tiempo y el espacio" dice The Guardian. Nashville Eszena describe su obra "La fusión de la canción de arte y la música folk de EEUU", y ahí camina un alambre alto musical. Byron Coley lo llama "una de las grandes voces originales de esta generación" y es conocido porque "da nueva vida a las formas arcaicas, encarna la arqueología cultural de la antigua y extravagante América de Harry Smith, y ha dejado a su característico mezzo-soprano e intérprete durante dos décadas en las grabaciones". Formas blancas. Desde que abandonara sus estudios de ópera en su juventud, Josephine ha lanzado una veintena de álbumes, ciclos de canciones extraídos de su particular cancionero, interpretados en solitario o al frente de varios grupos, de vez en cuando bajo sonidos de banda: Mendrugo, Supuesto Heller, Belén Heller. Son periféricos, pero no insignificantes, los arreglos no ortodoxos del Lieder alemán del siglo XIX, la colección folclórica de Lorca, o los arreglos musicales de Dickinson y otros poetas. Foster es un poeta y también un artista visual.