"El año del descubrimiento"

"El año del descubrimiento"

Datos del evento

Organizado por

www.tabakalera.eus

Donde

Tabakalera

Cuando

09/01/2021

El año del descubrimiento, Luis López Carrasco, España, 2020, 200'Presentación: Luis López Carrasco. Vecinos, jóvenes y desempleados charlan en el interior de un bar entre cigarrillos, desayunos y aperitivos. Recuerdan sueños insólitos, comparten preocupaciones laborales y proyectan planes de futuro. El bar se encuentra en la ciudad de Cartagena, en el sudeste del país. A medida que avanza la jornada se escuchan, cada vez más cerca, los disturbios de la crisis industrial de 1992. En 1992 se celebran en España dos eventos fundamentales: los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Exposición Universal de Sevilla, vinculada a la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América. Diez años después de la subida al poder del PSOE de Felipe González, España aparece ante la comunidad internacional como un país efervescente, moderno y civilizado. Una futura potencia económica mundial. Toda la sociedad española recuerda ese año como el colofón a los felices años ochenta. España ha dejado de ser el eterno país atrasado, miserable y pobre. Sin embargo en una ciudad de provincias del sudeste del país, las protestas por el cierre de fábricas y el desmantelamiento industrial adquieren una violencia creciente hasta acabar con el incendio del parlamento regional con cócteles Molotov. Nota del director. Memoria doméstica Nací y me crié en la ciudad de Murcia, aunque desde los dieciocho años resido en Madrid. Buena parte de mi infancia la pasé visitando a mis abuelos paternos que, por motivos laborales, habían acabado viviendo en Cartagena, el puerto militar e industrial que atesora una rivalidad milenaria con la capital. Recuerdo que cuando tenía siete años dedicamos una clase a colorear una plantilla del recién estrenado y flamante parlamento regional, que tendría su sede en Cartagena. Su arquitectura ecléctica era muy llamativa para la época y todos los niños y niñas nos entretuvimos pintando esa lámina de colores chillones. Era algo nuevo y bonito y representaba la madurez de Murcia como Comunidad merecedora de un Estatuto de Autonomía. Se me quedó grabada la efigie de la fachada de ese edificio mientras lo coloreaba. Por eso recuerdo especialmente el día que ardió. Tenía entonces once años y, como toda la sociedad, me hallaba embargado por esa ilusión desbordante que implicaban los eventos de 1992, año en que España se presentaba como recién estrenada y flamante sociedad de consumo ante la comunidad internacional. Recuerdo ver la inauguración de los Juegos Olímpicos y sentirme parte de una futura potencia económica mundial, como así señalaba la televisión. En estos últimos años de crisis esa imagen de un parlamento ardiendo ha vuelto a mi memoria, ahora que el Congreso de los Diputados ha pasado meses rodeado de vallas y policía. Cuando he preguntado a mi padre o a mi madre cómo vivieron la quema del parlamento regional en la ciudad vecina me han mirado interrogadoramente. ¿De qué les estaba hablando exactamente? ¿En qué año digo que sucedió eso? ¿Seguro que no me lo he inventado? Nadie recuerda este suceso. Ese parlamento autonómico ardiendo es para mí la otra cara de 1992.

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