Transportines para perros, cómo elegir el adecuado estas vacaciones

Es verano, temporada de escapadas y desplazamientos, pero también es el momento de tomar decisiones logísticas que pueden suponer la diferencia entre un viaje agradable y una experiencia estresante. Para los que comparten su vida con un perro, preparar unas vacaciones no consiste solo en hacer la maleta, sino en asegurarse de que el animal también viaja seguro, cómodo y tranquilo, porque tan importante como planificar el destino es elegir correctamente el espacio en el que el perro pasará buena parte del trayecto o incluso descansará durante su estancia, esto es, su transportín o jaula desmontable. Y aquí conviene pararse un momento. A menudo se considera el transportín como una necesidad puntual, una especie de cajón de viaje útil solo para coches, aviones o veterinarios. Pero para los perros, bien utilizado, puede convertirse en un refugio, un espacio propio, una especie de cueva segura donde poder descansar cuando todo lo demás es ruido. Los expertos coinciden en que un buen transportín, bien escogido y correctamente introducido, puede mejorar el bienestar del animal no solo durante los traslados, sino también en su día a día. El primer punto clave es el tamaño. Ni demasiado grande ni demasiado pequeño. El perro debe poder ponerse de pie, darse la vuelta y tumbarse con comodidad, pero sin un exceso de espacio que le invite a usar un extremo como baño. Una buena orientación consiste en medir al perro desde el hocico hasta la base de la cola, y desde el suelo hasta la parte más alta de la cabeza o las orejas, y sumar unos tres o cuatro centímetros a cada medida para que quede holgado sin ser desproporcionado. También es importante pensar en el material, algo que dependerá tanto del tipo de uso como del comportamiento del perro. Los más comunes son los de plástico, dado que ofrecen buena ventilación y son más ligeros. Para perros pequeños y tranquilos, las opciones de tela pueden ser ligeras y fáciles de plegar, aunque mucho menos resistentes. Más allá del material, hay otros detalles que conviene revisar, como que la puerta cierre con seguridad, que sea fácil de montar y desmontar, que tenga buena ventilación y que permita incorporar un colchón o manta lavable para que resulte acogedor. Porque un perro no debe entrar a un transportín a la fuerza ni sentirse castigado dentro. Al contrario, si se le ha presentado como un lugar agradable, seguro y tranquilo, muchos acaban utilizándolo por voluntad propia para descansar o alejarse del bullicio. La clave, en definitiva, no está solo en comprarlo, sino en entender qué representa para el animal y cómo puede formar parte de su rutina sin resultar invasivo ni estresante. Un buen transportín es aquel que, además de servir para viajar, se convierte en un pequeño refugio donde el perro se sienta a salvo. Y en verano, con todos los cambios que implica, eso puede ser un salvavidas tanto para él como para sus humanos.
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