El millón y medio de ballenas que pueblan los océanos buscan sobrevivir al ser humano


         El millón y medio de ballenas que pueblan los océanos buscan sobrevivir al ser humano
Algunos animales tienen un sitio en el especial olimpo que los seres humanos hemos ido creando llevados por la admiración y la fascinación. En ese selecto imaginario, ese club de los animales que reconocemos maravillados desde niños, están, entre elefantes, leones, tigres o jirafas, las ballenas. El término ballena lo usamos para referirnos a todos los grandes cetáceos, aunque en términos científicos no sea exacto. Cetáceo viene del latín cetus, que significa gran criatura marina. La palabra ballena viene del latín ballaena, emparentado con el griego phalaina. Su nombre científico es Balaenoptera, Balaena, Eschrichtius y Eubalaena. La ballena es el animal más grande que existe en la Tierra. La azul, la mayor del planeta, puede medir más de 30 metros y pesar 200 toneladas. Para hacernos una idea, eso es el equivalente a 33 elefantes. Hay más de 80 especies de cetáceos entre ballenas, delfines y marsopas. Las especies de ballena más importantes son:Las ballenas se mueven por aguas más frías o más cálidas, más cerca o lejos de la costa, según la época del año y su ciclo reproductivo, explica WWF. Pero concentran su población en el Ártico, cerca de Groenlandia, Noruega, Canadá o Rusia, y también en aguas más templadas como las del Golfo de California, el Triángulo de Coral, al sur de Chile. En menor medida, pero también las podemos encontrar en España, en aguas de Canarias y hasta en el Mediterráneo. Se estima que en los océanos del planeta hay en la actualidad aproximadamente 1,5 millones de ballenas. Son animales maravillosos y sobreviven pese a nosotros. Los océanos, el medio natural de las ballenas, son hoy hostiles para su normal desarrollo. Se encuentran en un precario estado de salud por la degradación de su medio ambiente natural. La actividad humana y la contaminación que generamos no hacen sino degradar la biodiversidad de los mares. Por eso los cetáceos, que están en la parte más alta de la cadena trófica, son un indicador natural del estado de salud de los océanos. Si faltan es señal de que esas aguas no están bien. Según Greenpeace, la caza ha llevado a la desaparición de tres millones de ejemplares sólo en el último siglo. Afortunadamente, la concienciación que han logrado las insistentes campañas de las organizaciones ecologistas y del mar, ha hecho que sus poblaciones se hayan recuperado, "pero sin llegar al estado que tenían antes de los años 70". Actualmente, las ballenas están catalogadas como en peligro. Ocho de las trece grandes especies de ballenas siguen en peligro de extinción, son vulnerables, después de décadas de protección, según datos de la Lista Roja de especies amenazadas, elaborada por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (IUCN). Las ballenas corren diversos riesgos debido al cambio climático y, en general, a la acción de los seres humanos. El siguiente listado recoge los peligros apuntados por Greenpeace y WWF:Aún hoy en 2024 el ser humano caza ballenas para comerciar con su carne y su aceite. En 1986, la Comisión Ballenera Internacional, prohibió la caza comercial, pero la caza de estos cetáceos continúa. Desde aquel año, Japón, Noruega e Islandia han matado casi 40. 000 ballenas grandes, según Whale and Dolphin Conservation (WDC). Estos tres países, ejemplares en muchos otros sentidos, permiten a sus pescadores cazar ballenas. Los japoneses se niegan abiertamente a dejar de cazar tanto a ballenas como a delfines. El gobierno islandés autorizó el pasado mes de junio la caza de otras 128 ballenas. El Convenio Internacional para la Regulación de la Caza de Ballenas contiene una disposición que permite el sacrificio de ballenas con fines científicos, pero, recuerda WWF, este documento se escribió hace más de 50 años, cuando no existían las alternativas para el estudio que hoy existen, y que de hecho son mucho más precisas. En la pesca como actividad comercial se extraen de los mares una gran cantidad de peces, lo que produce escasez de alimentos para las ballenas. También, muchos cetáceos se quedan enredados en las redes de pesca y mueren en ellas. Cada año, al menos 300. 000 ballenas, delfines y marsopas son víctimas de las capturas accidentales. La ballena franca del Atlántico Norte, en peligro de extinción, y la ballena jorobada del Mar de Arabia son sus principales víctimas. Las especies que viven cerca de los polos se ven afectadas por el cambio climático y el deshielo. Las temperaturas más cálidas del océano hacen que el hielo marino de las regiones polares se derrita. Eso pone en peligro las zonas de alimentación ártica y antártica de muchas ballenas grandes. Además, bajo el hielo crece una cantidad considerable de fitoplancton, el alimento de los crustáceos que constituyen a su vez el alimento de las ballenas. Asimismo, el aumento de la radiación ultravioleta que se produce por la disminución de la capa de ozono también afecta el fitoplancton. Disminuye así la población de krill que es una fuente primaria de alimentos para muchas especies marinas. El cambio en la disponibilidad de alimentos debido a las fluctuaciones climáticas ya ha afectado a las tasas de reproducción de la ballena franca del Atlántico Norte, en peligro de extinción. Estos cambios también significan que las ballenas jorobadas y azules tengan que emigrar mucho más lejos para encontrar alimento. La industria petrolera, los vertederos, los puertos, los canales de transporte, las pesquerías y la acuicultura (piscifactorías) son un riesgo para la salud de los cetáceos. Las corrientes de aire y agua transportan productos químicos y metales pesados de todo el mundo hasta el Ártico y el subártico. Los contaminantes volátiles y las partículas transportadas por las corrientes de aire tienden a estabilizarse a medida que alcanzan el aire frío del Ártico. Una vez que los productos químicos llegan al Ártico, tardan mucho tiempo en descomponerse por el frío, la falta de luz solar y la falta de actividad bacteriana. Lo que muchos consideran como ambientes prístinos contienen en realidad altos niveles de contaminantes. Esos productos tóxicos se acumulan en los tejidos adiposos de las ballenas y son muy dañinos para su vida. Los productos químicos y los metales pesados en los ecosistemas árticos avanzan a través de la cadena alimentaria. Los estudios de tejidos de ballenas y delfines de todo el mundo muestran niveles significativos de contaminantes orgánicos persistentes y productos químicos que alteran el sistema endocrino. La exploración y recuperación de petróleo pueden expulsar a los cetáceos de un hábitat valioso y perturbar la alimentación, el descanso y la cría. Incluso el uso recreativo de áreas marinas, incluyendo el desarrollo de complejos turísticos y el aumento del tráfico de embarcaciones, puede expulsarlos de su hogar habitual. Ya dijimos que las ballenas tienen un oído excelente, que es, además,  fundamental para su desarrollo y supervivencia. La contaminación acústica se produce por los grandes ruidos causados por barcos y perforaciones petrolíferas. Estos sonidos afectan el oído desarrollado de muchas especies de ballena, y al ser un sentido fundamental en sus técnicas de caza impacta en su alimentación. Un ejemplo claro es la exploración sísmica. Para detectar si hay petróleo en el fondo marino se realizan bombardeos acústicos que disparan cañones de aire desde grandes buques y las ondas sonoras llegan hasta las profundidades del océano. Estos bombardeos hacen un ruido similar al que produce el despegue de un cohete espacial y se repiten cada 10 segundos, durante 24 horas, a lo largo de varias semanas. Las colisiones entre cetáceos y buques son una causa importante de muerte y lesiones traumáticas. Además es probable que estos accidentes se vuelvan más comunes debido a la creciente cantidad de tráfico en nuestros mares y al tamaño y velocidad cada vez mayores de los barcos de hoy en día. Desde su creación en 2009, la base de datos global de incidentes con buques de la Comisión Ballenera Internacional ha registrado más de 1. 200 casos. Un análisis del tráfico marítimo en la Zona Marina Especialmente Sensible (conocidas como ZMES) del Mediterráneo Noroccidental, publicado este 2024 por OceanCare, ha observado que el exceso de velocidad puede ser letal para las ballenas y un factor más a la hora de acercarlas a la extinción. El 80% de la distancia recorrida en 2023 por los buques mercantes en la ZMES se realizó con exceso de velocidad. Para informar sobre "uno de los peligros que corren las ballenas, un pilar fundamental del ecosistema marino", alumnos del Grado en Creación y Narración de Videojuegos de la Universidad Francisco de Vitoria han desarrollado un newsgame disponible de manera gratuita para dispositivos llamado 'Whale Project'. En el juego, el objetivo es llevar una serie de barcos mercantes a su destino sin interferir con el canto de las ballenas ni chocar con ellas, que buscan pareja. Es decir, transportar mercancías sin romper la melodía de los gigantes de los mares. Los estudiantes que han desarrollado el videojuego con la ayuda de Belén Mainer, directora del grado, son: Jesús Gálvez, Francisco Cai, Rodrigo Alcántara y Sristy García.

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